miércoles, 18 de junio de 2008

Mitología: Egipto (III)


Una vez que Osiris estuvo inmovilizado dentro del cofre, Seth ordenó que lo arrojasen al Nilo. Allí, el dios del río, Hapi, seguramente un poco agobiado por haber recibido tan comprometedor "regalito"y con la intención de quitarse el "marrón" de encima, provocó que la corriente llevase el cofre hasta Byblos, en las costas de Fenicia, lanzándolo contra el tronco de un tamarisco e incrutándolo en él.

Malacandro, rey de Byblos, oyó hablar del árbol, que había crecido bellísimo y de estupenda madera; pensando que podría sacar de él un puntal sólido y hermoso para el techo de su palacio, ordenó talarlo y fabricar el citado puntal que efectivamente terminó siendo colocado como soporte. Y puesto que había sido la morada de un dios, el tronco fue venerado en Byblos largamente. Durante todo ese tiempo Isis había indagado sobre el paradero de su hermano y marido con la intención de rescatar el cuerpo y darle sepultura digna de un dios. Acompañada por su hijo Horus iba preguntando a todo el que encontraban, pero nadie sabía nada y no conseguía averiguar dónde había ido a parar Osiris;

Tamarix nilótica

lo que sí consiguió fue que Seth se enterara de sus intenciones provocando el mosqueo del simpático de la familia que intentó chafar los planes de la diosa, por lo que ésta acudió a pedir refugio para Horus a Wadyet, quien vivía en la isla de Buto, en prevención de posibles represalias por parte de Seth. Tras esta parada en Buto, Isis anduvo por todo el mundo sin encontrar el dichoso cofre - con su esposo/hermano dentro - y su magia no le era útil para ese menester. Pero hablando con unos niños que se bañaban en la ribera del Nilo, éstos le informaron que habían visto cómo Hapi empujó el cofre por un determinado ramal del delta. Isis siguió el ramal del río y un viento divino la llevó hasta otros niños que le informaron que tenía que dirigirse a Byblos. Allí llegó y se sentó triste y pensativa a la orilla del mar hasta que aparecieron las doncellas de la reina de Byblos, Asdhart, la esposa de Malacandro, quienes iban a bañarse al lugar.




Isis les enseñó cómo peinarse y trenzarse el pelo y las perfumó emanando fragancias de su propio cuerpo (imaginamos que las "fragancias" de una diosa tan insigne olerían bien). Al volver a palacio, las doncellas contaron la anécdota a la reina, quien quedó maravillada ante la belleza de los peinados, enviando inmediatamente en busca de la solitaria y triste mujer de la playa. Pronto se estableció una gran amistad entre ambas y Asdhart propuso a Isis que habitase en palacio y confiarle la crianza de su hijo, que había nacido débil y enfermizo. Isis aceptó:
"puedo conseguir que este niño crezca fuerte y poderoso, pero debéis dejar que lo haga por mis propios medios, sin que nadie interfiera en mi trabajo"
- le dijo a Asdhart- y crió y alimentó a la criatura pero con la particularidad de que en vez de darle a mamar de su seno le ponía el dedo para que el niño lo
chupara. A medida que el niño crecía fuerte y hermoso, Isis le fue tomando cariño de modo que decidió convertirlo en inmortal (buena demostración de amor, sí señora). Para ello quemaba sus partes mortales con objeto de hacerlas desaparecer y cada noche encendía leños y arrojaba al niño a las llamas de donde salía convertido en golondrina y comenzaba a revolotear alrededor del pilar donde se encontraba Osiris, lanzando grandes lamentos.


Mientras tanto, Asdhart interrogaba a todas sus doncellas y sirvientes para ver si podían darle alguna pista sobre cómo había conseguido Isis tan grandísima mejoría en el niño (donde se ponga un buen dedo de diosa que se quite la Nativa) pero nadie tenía ni la más remota idea (o como diría uno de por aquí, "nadie le daba encarte") así que una noche decidió espiar a Isis, llegando justo en el momento en que ésta arrojaba al niño al fuego. Horrorizada ante tal visión, corrió hacia la hoguera y sacó al niño rápidamente, privándole así de la inmortalidad (nunca se sabrá si le hizo una trastada o un favor); entonces Isis le dijo:
"Oh madre imprudente ¿por qué has cogido al niño? Si me hubieses dejado terminar mi obra, en unas pocas noches más el fuego hubiese destruído todas sus partes mortales y tu hijo se hubiese hecho inmortal y joven eternamente, igual que los dioses"
Y tal como terminó de pronunciar estas palabras, adoptó de nuevo su forma de diosa, haciendo que Asdhart y toda la corte quedaran estupefactos y acto seguido comenzasen a adorarla, presentándole todo tipo de ofrendas. Pero Isis rechazó todos los presentes y a cambio pidió que le dieran el pilar de tamarisco que soportaba el techo de palacio lo cual le fue concedido al punto (¡faltaría más!: a sus pies, señora). Una vez desmontado, a la diosa no le costó ningún esfuerzo sacar el cofre de su interior, cubriendo el hueco con una gasa fina impregnada en una hermosa fragancia. El tronco de tamarisco fue venerado durante largo tiempo en Byblos, puesto que había sido la morada de un dios.
Cuando Isis se plantó ante el cofre que contenía los restos de Osiris, cayó
encima de él y dejó salir de su pecho un lamento tan profundo que, al escucharlo el más pequeño de los hijos del rey, quedó como muerto en ese mismo momento.
En un barco ofrecido por Malacandro, a bordo del cual embarcó Isis acompañada por el hijo mayor del rey (manía del Malacandro de exterminar a su prole, ya veréis), el cofre partió (¡por fin!) rumbo a Egipto. Se contaba que en la travesía, cocretamente al cruzar el río Fedros -hoy día Wadi F´ddar o Fedar- un fortísimo viento hizo que el barco corriera peligro de zozobrar e Isis, en un momento de irritación, hizo que el cauce del río se desecara por completo.


Creyéndose en la intimidad más absoluta, decidió abrir el cofre para poder besar al fin a su esposo y hermano; sin embargo, cuando estaba dándole el primer beso al cadaver del dios, el hijo de Malacandro irrumpió en el lugar: Isis cruzó su mirada con la del príncipe y fue tal su intensidad, que el primogénito del rey de Byblos cayó fulminado al instante...

... Seth, mientras tanto, cazaba jabalíes...

(continuará)