miércoles, 20 de febrero de 2008

Recuerdos de una noche : 20 -2-1986

Hoy hace 22 años : como quien dice , ayer por la tarde . Me desperté de madrugada - serían las dos y pico o las tres - y me encontré a la que era mi esposa dando vueltas por la habitación de arriba a abajo , nerviosa y asustada . Sin duda , pensando en la experiencia que le aguardaba , trataba de dilatar inútilmente el tiempo como un condenado a muerte que espera el momento de su ejecución . Preparé el neceser , que varios días antes se revisaba una y otra vez en una especie de ejercicio de entrenamiento , y la ayudé a bajar las escaleras al tiempo que intentaba inculcarle ánimos , procurando disimular mi propio nerviosismo y tratando mostrar una entereza de espíritu que no poseía : ninguno de los dos nos habíamos visto en una situación parecida nunca . Conduje el coche lo más prudente que pude , poniendo cuidado en no pisar los baches y tomando las curvas con una precaución inusual en mí . A esas horas las calles estaban vacías y , como en estos días , sólo la luz de la luna llena y el frío nocturno de Febrero nos acompañaban camino del hospital ; ya nos habían dicho varias veces distintas personas que durante los plenilunios aumenta el número de nacimientos .
Alrededor de las siete de la mañana nació Jaime . Apenas se le notaba el pelo , tanto el de la cabeza como el de las cejas y visto así , a través del vidrio del " nido " del hospital , no se diferenciaba mucho de los demás recién nacidos que tenía como compañeros de habitación , todos arrugados , los parpados hinchados y la piel de un rosáceo clarito que recordaba al de los lechoncillos . Para mí era imposible distinguirlo del resto y menos aún encontrarle algún parecido físico conmigo o con la madre ; no así para la abuela del niño , quien aseguraba que era igual que yo y que para ella no había ninguna dificultad en reconocerlo . De hecho fue ella quien me llevó hasta el nido y me dijo cuál era la criatura .
Volví a casa cansado del ajetreo de la noche , deseando acostarme . Al llegar me recibió Luna , una hembra de pastor alemán que vivía con nosotros y que sabía todo lo que estaba ocurriendo . Me olió de pies a cabeza para hacer una rápida composición de lugar y yo la acaricié y le dije : Luna , dentro de dos o tres días conocerás a tu " hermanito ". Y me fuí para mi habitación . Ella me siguió y al llegar a la puerta se paró , pues tenía prohibida la entrada al dormitorio . Ya metido en la cama la miré : ella seguía allí sentada sin atreverse a entrar . A un gesto de mi mano se acercó y tímidamente subió a los pies de la cama y se recostó dócilmente , sabiendo que aquello no se podía hacer , pero hoy era una excepción ; ambos sabíamos de lo trascendental del momento y necesitábamos compañía . El animal , más tarde ya con el niño en casa , pasaría las horas y los días junto a la cuna , avisándonos al más mínimo gemido o atisbo de llanto del bebé e inspeccionando a cualquier visita que se acercase , ya le fuese o no familiar . A decir verdad Luna era uno de los seres más decentes que he conocido , a pesar de ser perra .
El resto , una vida , no lo voy a contar .

A mi primogénito Jaime , el día de su 22 cumpleaños .