Las calles de la ciudad son de paredes grises y negruzco pavimento. Al doblar una esquina, una niña descalza vestida con velo y vestido vaporosos camina con los ojos abiertos y vidriosos, aunque es sonámbula. Su pelo lacio y su cara lánguida; su carne como de cera. Lleva un ramo amarillento de flores marchitas- como el color de sus vestidos, que antaño debieron ser blancos - y la otra mano la lleva con el puño cerrado, custodiando algo en su interior. Después de seguirla por varias calles, llegamos a una plaza con un gran pozo en el centro y junto al pozo un anciano y un niño, ambos de noble porte y ricas ropas. La niña sonámbula se dirigió hacia ellos, quienes parecían que la estaban aguardando. Se detuvo ante ambos y abrió su mano, mostrándole al niño su contenido: una piedra ambarina y reluciente. El niño cogió la piedra con sumo cuidado y la dejó caer por el brocal del pozo. Acto seguido entregó al anciano el ramo de flores marchitas y éste hizo lo mismo con él, arrojándolo al pozo. Y nadie podía bajar a recojer lo que cayera pues no se conocía el fondo. Tras hacer esto, la niña sacó de entre sus ropas un trozo de pan y lo empezó a desmigar y a esparcirlo por el suelo de la plaza: centenares de lagartijas empezaron a asomar desde cualquier grieta, hueco o rendija y a avanzar, con su característica forma de andar, hacia las migas. En un instante toda la plaza se llenó de lagartijas que a medida que comían el pan, iban quedando fulminadas. Absorto, intentando alcanzar con la vista hasta donde llegaba la verdosa mancha que formaban los centenares de reptiles muertos, no pude ver hacia dónde fueron tanto la niña como el anciano y el chico. Y el viento empezó a deshacer los cuerpecillos de las lagartijas como si fueran polvo, hasta que desaparecieron por completo.
Quedé sólo en medio de la plaza hasta que escuché pasos; era un borracho que se acercaba hacia mí zigzagueante y desaliñado con una jarra de vino en la mano:
-la piedra ambarina que el niño ha tirado dentro del pozo sin fondo es la moneda que habrás de usar para pagar la casa que quieres adquirir.
-¿cómo sabes eso?
-¿sabes acaso tú qué haces aquí? ¿pediste venir a este mundo? ¿tienes acaso idea del destino que nos aguarda? ¿por qué existimos? Al igual que yo, no tienes respuesta para estas y otras preguntas... ¡bebe conmigo y espera a que la muerte nos despoje para siempre de nuestra insufrible carga!
- tu sed no es mi sed... pero beberé, eres la primera persona que me habla desde que salí del templo.
...al final de una calle llena de palacios de cuarzo y azurita -las ricas mansiones de los cambistas y mercaderes- estaba el edificio de la bolsa; su puerta y los alrededores estaban llenos de sangre seca, sin que a los comerciantes de tesoros les importase pisotearla en su trasegar.
EL TEDIO
Hace 6 años
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